jueves, 15 de abril de 2010

NÚMERO 100 DE "MARCHA"

- Noticias del Club de Cultura Socialista de Neuquén
-Reuniones mensuales: el 16 de marzo se inició el ciclo de encuentros mensuales del Club; en ella Osvaldo Calafati brindó una exposición sobre el tema “Algunas reflexiones sobre la telepolítica”.- -El día 31 de marzo se realizará un segundo encuentro, siempre en Belgrano 778, para escuchar una exposición sobre “Cooperativismo y Economía”, a cargo de Rubén Zeida.- Asamblea General Ordinaria: el 27 de marzo se llevó a cabo la Asamblea General Ordinaria del Club y se eligió la nueva Comisión Directiva para los próximos dos años, cuyos integrantes son: Presidente: Humberto Zambón; Vicepresidente: Osvaldo Pellín; Secretario: Antonio García; Tesorero: Lea Schulman; Vocales Titulares: Osvaldo Calafati y Águeda Martínez; Vocales Suplentes: Pedro Nahuelpán y Perla Benegas; Revisor de cuentas Titular: Matilde Monteverde; Revisor de Cuentas Suplente: Nora Díaz. - Revista Socialista No.2 (Cuarta Época), Se encuentra disponible en las principales librerías y kioscos del centro de Neuquén; además, podrá obtenerse a través de la Secretaría del Club, para lo cual pueden escribir a ajlgarcia@fibertel.com.ar o comunicarse al teléfono 442-5435.

LA FRASE DEL MES:
“Hay una idea general que es errónea y peligrosa, que está vinculada al hecho que para ser democrático hay que buscar el consenso. Yo critico esa idea consensual y planteo que en la política democrática es muy importante que ofrezca alternativas, que la gente pueda escoger. (…) La política siempre tiene que ver un ‘nosotros’ opuestos a ‘ellos’”. Chantal Mouffe:“En torno a lo político”.

Revisando la biblioteca
Cómo determinar las clases en las zonas rurales Mao Tse-tug. Escrito en octubre de 1933 y tomado de las Obras Escogidas de Mao Tse-tung (Ediciones en lengua extranjera, Pekín 1968, tomo I pagina 149-152)Este trabajo tiene valor histórico y es un ejemplo del estilo sencillo y pedagógico de Mao, para llegar al pueblo chino, en ese momento fundamentalmente campesino:
I. LOS TERRATENIENTES: Son terratenientes quienes poseen tierras, no trabajan ellos mismos o se dedican sólo al trabajo secundario, y viven de la explotación de los campesinos. Los terratenientes practican la explotación principalmente por medio del arriendo de la tierra y, además, mediante la usura, la contratación de asalariados agrícolas o la industria y el comercio. Pero es el arriendo de la tierra la forma principal en que los terratenientes explotan a los campesinos. (…) Deben ser colocados en la misma categoría que los terratenientes aquellos individuos que ayudan a éstos en el cobro de los arriendos y en la administración de sus propiedades, y cuya principal fuente de ingresos depende de la explotación de los campesinos por los terratenientes y cuyas condiciones de vida son superiores a las de los campesinos medios en general. II. LOS CAMPESINOS RICOS: Por lo común, los campesinos ricos poseen tierras. Sin embargo, algunos sólo poseen una parte de la tierra que cultivan, y toman en arriendo el resto; otros no poseen tierra alguna y toman en arriendo toda la que cultivan. Los campesinos ricos generalmente disponen de instrumentos de producción relativamente buenos y abundantes y bastante capital líquido, y participan ellos mismos en el trabajo, mas una parte o la mayor parte de sus ingresos proviene siempre de la explotación. Su principal forma de explotación es la explotación del trabajo asalariado (contratación de asalariados agrícolas al año). Además, pueden ejercer la explotación dando en arriendo parte de sus tierras, prestando con usura o dedicándose a la industria y el comercio. La mayoría de los campesinos ricos también administran tierras públicas. Deben ser considerados asimismo como campesinos ricos aquellos que poseen una superficie relativamente grande de buenas tierras y trabajan parte de ellas por sí mismos sin contratar asalariados agrícolas, pero explotan a otros campesinos por medio del arriendo de la tierra o de la usura, o en otras formas. Los campesinos ricos practican constantemente la explotación, y, para muchos de ellos, ésta constituye la fuente principal de sus ingresos.III. LOS CAMPESINOS MEDIOS: De los campesinos medios, muchos poseen tierras; algunos poseen sólo una parte de la tierra que trabajan y toman en arriendo el resto; otros no tienen tierra alguna y toman en arriendo toda la que trabajan. Todos ellos disponen de suficientes aperos agrícolas. Los campesinos medios viven total o principalmente de su propio trabajo. Por regla general, no explotan a nadie, sino que muchos de ellos sufren la explotación en pequeña medida pagando el arriendo de tierras o el interés de préstamos. Pero, por lo común, los campesinos medios no venden su fuerza de trabajo. Un sector de ellos (los campesinos medios acomodados) explotan a otros en pequeña medida, pero esta explotación no es constante ni constituye la fuente principal de sus ingresos. IV. LOS CAMPESINOS POBRES: De los campesinos pobres, algunos poseen una parte de la tierra que trabajan e insuficientes aperos agrícolas; otros no poseen tierra alguna y sólo tienen insuficientes aperos agrícolas. Por regla general, los campesinos pobres tienen que tomar en arriendo la tierra que trabajan, y sufren la explotación pagando el arriendo de tierras o el interés de préstamos y vendiendo una pequeña parte de su fuerza de trabajo. Si de ordinario los campesinos medios no tienen necesidad de vender su fuerza de trabajo, los campesinos pobres, en cambio, se ven obligados a vender una pequeña parte de la suya: éste es el criterio principal para distinguir entre éstos y aquéllos. V. LOS OBREROS: Por regla general, los obreros (incluyendo los asalariados agrícolas) no poseen tierras ni aperos agrícolas; algunos de ellos poseen un insignificante pedazo de tierra y muy pocos aperos agrícolas. Los obreros viven total o principalmente de la venta de su fuerza de trabajo.

Contenido temático del Boletín Marcha No. 100:
Los números “redondos” (terminados en cero y, con más fuerza, los terminados en doble cero) tienen en nuestra sociedad un significado muy particular: dan lugar a celebraciones especiales y a una profunda reflexión sobre su significado. Y para nosotros, los que desde hace casi nueve años tomamos la responsabilidad de hacer llegar, mes a mes, a cada uno de ustedes este boletín, es una ocasión para renovar el compromiso de bregar por la difusión de la idea socialista, de destacar –como hizo en su momento Antonio Gramsci- el papel de la cultura y la ideología en el desarrollo social y de aportar un modesto granito de arena en la lucha por una sociedad libre, equitativa y democrática. Esperamos en el mes de abril poder reunirnos (personalmente o mentalmente, a la distancia) con cada uno de ustedes en un brindis-compromiso para continuar con esta tarea.Este Boletín especial lo hemos dedicado exclusivamente a nuestro país. Empezamos por recordar el nuevo aniversario del siniestro golpe de estado de 1976, para lo que hemos elegido un artículo de Edgardo Mocca, destacado intelectual argentino que fuera fundador y directivo del Club de Cultura Socialista José Aricó de Buenos Aires, titulado “Quién dio el golpe”. Continuamos con el tema económico, que dio lugar a debates y cambios de ideas (algunos artículos ya hemos hecho llegar por separado a nuestros socios y amigos) primero seleccionamos “Desendeudamiento con reservas y el rol Banco Central” del diputado nacional y presidente del Banco Credicoop Carlos Heller y seguimos con “Factores de poder” del joven economista Alfredo Zaiat, autor de una excelente “Historia de la economía argentina del siglo XX”, cuya lectura recomendamos muy especialmente. A continuación un artículo de Roberto Navarro “¿Dónde hay un crédito?”, que toma uno de los temas que preocupa seriamente a las pequeñas unidades económicas y luego “Es el más ambicioso de la región” de Tomás Lukin, referido a la Asignación Universal por Hijo recientemente puesta en vigencia.En el plano político tomamos un breve comentario del diputado socialista Jorge Rivas, ejemplo de voluntad y militancia política, “La reforma pendiente”, con críticas a las nuevas disposiciones sobre los partidos políticos. Cerramos el boletín con fragmentos tomados de un trabajo de Olmedo Beluche “Independencia hispanoamericana y lucha de clases”, con los que nos queremos sumar a la reflexiones de nuestro bicentenario de la gesta de mayo.Esperamos que los artículos seleccionados sean de agrado y utilidad de ustedes y que podamos seguir otros cien números en esta relación interpersonal. Hasta abril.

Índice
-"¿Quién dio el golpe?"; por Edgardo Mocca (Página 3).
-"Desendeudamiento con reservas y el rol del Banco Central" por Carlos Heller, (Página 4).
-"Factores de poder"; por Alfredo Zaiat, (Página 6).
-"Donde hay un crédito" por Norberto Navarro, (Página 7).
-"Es el más ambicioso de la región"; por Tomás Lukin, (Página 9).
- “La reforma pendiente”, por Jorge Rivas, (Página 9).
-"Independencia hispanoamericana y lucha de clases" (fragmentos); por Olmedo Beluche, (Página 10).
Quien desee recibir uno de estos artículos o el boletín completo puede solicitarlo a: ajlgarcia@fibertel.com.ar

Independencia hispanoamericana y lucha de clases (fragmentos)Olmedo Beluche (ARGENPRESS.info); 1-2-10.
La Independencia hispanoamericana fue una revolución en el pleno significado de la palabra, tanto como la francesa de 1789 o la norteamericana de 1776 o la Rusa de 1917. Todas las revoluciones clásicas, esto ha sido señalado por muchos, parecen desarrollarse en un ciclo que va trasladando el poder a través de las diversas clases sociales y sus fracciones, desde las más moderadas hasta las más radicales, para luego volver a asentarse sobre las moderadas, pero expresando una nueva realidad social y política surgida de entre el polvo y los escombros de años de luchas.La Revolución Hispanoamericana por la Independencia no fue la excepción a esta regla. Como todas las revoluciones, ésta empezó como quien no quiere la cosa, con modestos y moderados objetivos, digamos que reformistas, pero sin darse cuenta, se fue complicando, profundizando, se conformaron sus partidos, se confrontaron, parió nuevos hijos y se los tragó (como diría Dantón). Al final, luego de 20 años de guerras civiles, sus resultados no fueron exactamente los previstos por ninguno de sus actores principales. Nuestra independencia, al igual que el modelo clásico de la revolución Francesa, tuvo sus partidos: los realistas (virreyes y oidores, como Abascal, Liniers o Amar, con sus generales terribles como Sámano y Morillo); los girondinos o moderados (Castelli y Rivadavia en el Sur, Camilo Torres en Nueva Granada y Miranda en Venezuela); sus jacobinos (como el propio Bolívar, Mariano Moreno o sus seguidores póstumos, San Martín, Nariño); y su partido más radical y plebeyo, a la manera de los Sans-Culottes (representado por Carbonell en Bogotá, Beruti y French en Buenos Aires, Artigas en Uruguay, José Leonardo Chirino o Piar en Venezuela). A su vez, cada partido expresaba los intereses de una clase o fracción de ella: los comerciantes importadores, los exportadores, los productores del mercado interior, las capas medias de profesionales (generalmente abogados), los pequeños campesinos, los jornaleros, los artesanos, etc. El modelo de estado que propugnaban también variaba, de acuerdo a los intereses de clase: monárquicos, monárquicos constitucionales, republicanos (unos a favor del sufragio restringido, otros proponiendo el sufragio universal, masculino, claro), centralistas y federalistas. (…)La Independencia, aunque siguió el modelo clásico de la Revolución francesa y estuviera inspirada en buena medida en la Ilustración gala y en el liberalismo inglés, no fue un calco de aquella y aquí los partidos y las ideas tuvieron sus propios significados, atendiendo a su específica realidad social y cultural. Los conceptos y los simbolismos no siempre tenían los mismos contenidos. Quien haga una lectura superficial de los hechos corre el riesgo de equivocarse completamente. Basten dos ejemplos: el papel de un sector de la Iglesia, el “bajo clero”, contrario al jugado en la Francia de fines del XVIII, acá tuvo caracteres revolucionarios. Si no, ¿cómo explicarnos la acción revolucionaria de las masas indígenas movilizadas por el cura Hidalgo tras la imagen de la Virgen de Guadalupe? En el sentido contrario, ideólogos ilustrados de la élite criolla, como Camilo Torres, que apelaban al ideario modernizador para justificar su igualdad de derechos con los españoles, tenían pavor de que el sentimiento igualitarista calara en la masa de indios, negros y mestizos.(…) Empecemos por despejar un equívoco: se dice que estamos conmemorando el Bicentenario de la Independencia, en base a los sucesos de 1810; sin embargo, en la mayoría de las Juntas que se impusieron en las ciudades y capitales virreinales de América, no se declaró tal independencia, por el contrario, asumieron el poder político en nombre de Fernando VII y a la espera de su retorno. Lo que tuvieron de revolucionario aquellos sucesos fue que las Juntas en muchos lugares se impusieron gracias a la movilización popular, que arrancó el poder de las autoridades virreinales. Pero el poder quedó en manos de quienes controlaban los Cabildos, es decir, la oligarquía criolla con ínfulas nobiliarias principal beneficiaria del modelo económico colonial, aunque desprovista, hasta ese momento, del poder político. Por supuesto, las alas más radicales de las sublevaciones populares, en muchos casos sí levantaban ya la propuesta de Independencia total de la metrópoli y el establecimiento de un gobierno republicano. Pero éste primer envión popular, no puso el poder político en manos de los partidos radicales, sino que lo arrancó a los virreyes y lo entregó a la élite criolla moderada. Los independentistas y republicanos consecuentes tomarían el poder posteriormente, luego de cruentas guerras civiles y nuevos alzamientos populares, por un breve tiempo, para luego ser derrotados entre 1814-20, con la restauración de Fernando VII, y volver a la ofensiva hasta vencer definitivamente a partir de 1820-25, y ver el péndulo político retornar a la derecha en manos del criollismo reaccionario, entre 1826-30, con el fracaso del proyecto bolivariano. El historiador José Luis Romero, especialista en este tema, afirma: “No es fácil establecer cuál era el grado de decisión que poseían los diversos sectores de las colonias hispanoamericanas para adoptar una política independentista. Desde el estallido de la Revolución francesa aparecieron signos de que se empezó a pensar en ella… Pero era un sentimiento tenue…”. (Por ejemplo), Francisco de Miranda, que vivió muchos años en Europa, el precursor de la idea de la independencia, expresaba al sector mercantil hispanoamericano vinculado a los intereses británicos, cuyo modelo político apreciaba. Respecto a él, dice Romero: “Una cosa quedaba clara a sus ojos: la urgente necesidad de impedir que penetraran en Latinoamérica las ideas francesas… Una y otra vez expresó que era imprescindible que la política de los girondinos o de los jacobinos no llegara a “contaminar el continente americano, ni bajo el pretexto de llevarle libertad”, porque temía más “la anarquía y la confusión” que la dependencia misma”. (…) En el caso de la Junta que se instaló en Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810, dice el historiador Félix Luna que: “Es posible que algunos de los dirigentes revolucionarios intuyeran que esos tiempos llevaban ineluctablemente a la independencia. Otros acaso deseaban una reformulación de los vínculos con España”. Pero todavía un año después la Junta de Buenos Aires firma un Tratado de Pacificación con el virrey Elía, que dice: “… protestan solemnemente a la faz del universo que no reconocen ni reconocerán jamás otro soberano que al señor D. Fernando VII, y sus legítimos sucesores y descendientes”. (…)Sería un error creer que el único sector social que actuó sobre los acontecimientos fue la oligarquía criolla. Por el contrario, en los mismos hechos que llevaron al establecimiento de estas juntas conformadas por el criollismo, actuaron decisivamente las masas populares dirigidas por adalides salidos de los sectores medios de la sociedad quienes expresaron un proyecto más radical y revolucionario que el de las élites. Inclusive, en los momentos decisivos, ante la pusilanimidad criolla, fueron estos líderes y las masas la que impusieron el cambio. (…) En Buenos Aires, la oligarquía también pretendía un acuerdo con el virrey Cisneros, incluso que la Junta funcionara bajo su presidencia. Y es el pueblo movilizado por French y Beruti, dos líderes salidos de las capas medias la que fuerza los hechos, siendo destituido el virrey e instalándose una junta de coalición de diversos partidos. (…)Estos líderes, al igual que Bolívar en Caracas se organizarían como partidos independientes en las llamadas sociedades patrióticas, y jugarían papeles notables en los meses siguientes. En fin, de todas las proclamas de 1810 la única que contenía un claro grito de Independencia es la que salió de los sectores más explotados de la sociedad colonial, los indígenas, y su vocero fue Miguel Hidalgo, quien, desde Guadalajara, decía en diciembre de 1810: “Rompamos, americanos, esos lazos de ignominia con que nos han tenido ligados tanto tiempo: para conseguirlo no necesitamos sino de unirnos…”, y seguidamente decretaba la entrega de las tierras de arriendo a los indígenas y el fin de la esclavitud (“Que todos los dueños de esclavos deberán darles libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte…”).

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